DECIMO NOVENO DOMINGO EN TIEMPO ORDINARIO (agosto 11, 2024)
Enfasis Sugerido
“Libérense de toda esa amargura, esa rabia, de las vulgaridades, de las calumnias y las malas intenciones. Mas bien sean generosos, demuestren compasión y perdónense los unos a los otros”.
Perspectiva Salesiana
“En el principio era la Palabra. La palabra estaba con Dios. La palabra era Dios. Por medio de la Palabra Dios creo todas las cosas; sin la Palabra no se hizo nada de lo que se ha hecho”.
Del mismo modo en que Palabra, que es Jesucristo, es la fuente de todo el poder, nuestras palabras también son poderosas. En los mejores momentos nuestras palabras nutren, sanan, y crean. En los peores momentos nuestras palabras asfixian, hieren, y destruyen.
San Pablo era muy consciente de esta realidad. Al igual que San Francisco de Sales.
Nosotros también lo somos.
San Francisco de Sales comenta que un discurso negativo engendra “desdén hacia nuestros vecinos, vanidad, autocomplacencia, y tiene cientos de otros efectos perniciosos entre los cuales se halla la peor de todas las pestes que puede darse en una conversación: la calumnia”. Y continúa: “La calumnia es como un tipo de asesinato… si alguien lograra eliminar la calumnia del mundo, lograría también remover una gran parte de los pecados e injusticias del mismo”.
Usar palabras “dulces, compasivas y que promuevan el perdón mutuo” no solo se trata de ser una buena persona: se trata de hacer justicia. Se trata de otorgarle a cada quien lo que merece; se trata de respetar a los demás; se trata de reconocer la dignidad que Dios nos ha dado. Ultimadamente, se trata de utilizar el poder de esa habilidad que Dios nos ha dado, encarnada en el lenguaje, de forma que ayude a construir – y no a derrumbar- el pueblo de Dios.
La espiritualidad salesiana es conocida por su sentido práctico. ¿Qué puede ser más práctico que utilizar nuestras palabras para fortalecer, animar, y apoyarnos los unos a los otros? ¿Qué puede estar más fácilmente disponible que nuestras propias palabras como obsequio para los demás? Aún cuando nos veamos en la necesidad de cuestionar o de corregir a los demás, debemos hablar de forma que podamos promover la sanación: nuestra lengua, dice San Francisco “debe ser como un bisturí en manos de un cirujano que está cortando entre nervios y tendones”. Santa Juana de Chantal observa: “cuando deban corregir a alguien, háganlo en privado y con amabilidad”.
En el principio era la Palabra. Que nuestras palabras continúen la historia del amor creativo, redentor y vigorizante de Dios. Que la Palabra de Dios sea la última palabra para todos nosotros. Que la Palabra de Dios – la Palabra que da vida- sea todas las palabras que lleguemos a necesitar.