Trigésimo segundo Domingo en el Tiempo Ordinario (10 de noviembre de 2024)
Las lecturas del Evangelio para hoy nos exhortan a dar más de nosotros mismos, y a un nivel mucho más profundo. San Francisco de Sales nos proporciona un consejo simple: para poder dar más de nosotros mismos, es necesario convertir en prioridades las cosas que realmente importan en la vida:
El amor de Dios es benévolo, pacifico y tranquilo. Nuestro amor, para que surta efecto, debe emanar de ese amor divino. Para poder amar del mismo modo en que lo hizo Jesús, es necesario cultivar un corazón generoso, dispuesto a tender la mano a quienes padecen la pobreza, ya sea material o spiritual. Amen a los necesitados. Alégrense cuando tengan la oportunidad de invitarlos a sus casas, y también cuando puedan ir a verlos donde viven. Compartan lo que poseen con ellos. Dios los compensará, no solo en la próxima vida sino también en esta. 8Nuestros corazones deben estar dispuestos a recibir el reino de Dios antes que cualquier otra cosa. Cualquiera que sean las riquezas que ustedes poseen, nunca olviden que nosotros sólo somos administradores de las cosas de este mundo. Dios las ha puesto a nuestro cuidado, pero nuestros corazones no se deben apegar a ellas para así evitar que se conviertan en una fuente de ansiedad para nosotros. Si cuidamos de todo lo que poseemos, tal y como Dios quiere que lo hagamos, jamás vamos a perder la tranquilidad si por alguna razón llegáramos a perderlo todo.
Si decidimos responder a las desgracias con bondad, paz y tranquilidad, contribuiremos a alimentar la llama del amor sagrado que está creciendo dentro de nosotros. Ninguno de nosotros escoge sufrir una pérdida por voluntad propia; pero lo que sí escogemos es cómo vamos a dar algo de nosotros a los demás, cobre todo cuando sucedan cosas que nos causen dolor. En esos momentos debemos alegrarnos, por que dichos infortunios nos presentan una oportunidad para depositar nuestra confianza más completamente en el amor y la bondad de Dios. Por lo tanto, cuando enfrentemos circunstancias sobre las cuales no tenemos ningún control, debemos ceder con bondad en nuestro corazón y soportarlas con paciencia, con coraje, y con regocijo. Si vivimos de este modo seremos ricos porque poseeremos el amor divino, el cual nos confiere el poder necesario, como en el caso de los santos, para entregarnos más plenamente a los más necesitados.
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal.)